Soleá by Jean-Claude Izzo

Soleá by Jean-Claude Izzo

autor:Jean-Claude Izzo [Izzo, Jean-Claude]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


11

Donde lo que está en juego es la vida hasta el último suspiro

Me desperté de un sobresalto. Con un timbre en la cabeza. Pero no era el teléfono. Ni tampoco un ruido. Sin embargo, lo tenía dentro de la cabeza, y no es que hiera exactamente un timbre. Era como un clic. ¿Había estado soñando? ¿Con qué? Las seis menos cinco, ¡mierda! Me estiré. No me iba a poder dormir de nuevo. Lo sabía.

Me levanté y, con un cigarro en la mano que evité encender, me fui a la terraza. El mar, de un azul oscuro, casi negro, se comenzaba a agitar. El mistral empezaba a levantarse. Mala señal. El mistral en verano era sinónimo de incendios. Cientos de hectáreas de bosque, de monte bajo, convertidas en humo cada año. Los bomberos debían de estar ya al acecho.

Saint-Jean-du-Gard, me dije. Era eso. El clic. El sello en el sobre de Babette. Saint-Jean-du-Gard. Les Cévennes. ¿Qué coño estaba haciendo ahí? ¿En casa de quién? Me había hecho un café en mi pequeña cafetera italiana de una taza. Una taza tras otra. Me gustaba el café así. No recalentado. Por fin, encendí el cigarrillo y aspiré suavemente. La primera calada entró sin problema, con lo que el resto no me preocupaba.

Puse un disco del pianista sudafricano Abdullah Ibrahim. Echoes from Africa. Un corte en concreto. «Zikr». Yo no creía en Dios ni en el diablo. Pero en esta música, en su canto —el dúo con Jonny Diani, su bajista—, había una serenidad tal, que daban ganas de alabar a la tierra. A su belleza. Ese fragmento lo había escuchado horas y horas. Al amanecer. O al caer el sol. Me llenaba de humanidad.

La música empezó a subir. Con la taza en la mano, en el marco de la puerta acristalada, vi cómo el mar se agitaba con más violencia. No entendía nada de la letra de Abdullah Ibrahim, pero ese «Remembrance of Allah» encontraba en mí la traducción más simple. Efectivamente, es mi vida lo que está en juego aquí, en esta tierras. Una vida sazonada de piedras calientes, de suspiros de mar y de cigarras que, muy pronto, se pondrán a cantar. Hasta el último aliento, amaré esta vida. Inch Allah.

Pasó una gaviota, muy bajo, casi a ras de tierra. Le dediqué un pensamiento a Hélène Pessayre. Una bonita gaviota. No tenía derecho a mentirle más. Ahora que estaba en posesión de los discos de Babette. Ahora que adivinaba el lugar en el que estaba escondida, tenía que comprobarlo, pero estaba casi seguro. Saint-Jean-du-Gard. Les Cévennes. Abrí su carpeta clasificadora.

Era su primer gran reportaje. El único que no había leído todavía, a causa sin duda de las fotos que ilustraban el documento y que la propia Babette había sacado. Fotos llenas de ternura hacia ese antiguo estudiante de Filosofía que se había hecho pastor de cabras después de mayo del 68. Había amado mucho a ese Bruno, estaba seguro. Como a mí. ¿Quizá nos había amado a los dos al mismo tiempo? ¿Y a otros?

¿Y qué?, me dije mientras proseguía con la lectura del artículo.



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